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21.2.09

Los ricos y su pesadilla de dónde conservar a salvo su dinero

En estas últimas fechas hemos visto como caía la pirámide de cartas de Stanford, un multimillonario tejano aficionado a codearse con políticos y deportistas que aparentemente se han pillado las manos al confiarle dinero propio. La Comisión del Mercado de Valores de EE.UU. (SEC, en inglés) acusa a Stanford de vender títulos a plazo fijo conocidos como certificados de depósito con unas tasas de interés "improbables y no justificadas". Con esa promesa captó 8.000 millones de dólares a través del Banco Internacional Stanford, con sede en Antigua. La mayor parte de sus clientes parecen ser personas pudientes de América Latina, que colocaron su dinero en dólares en su banco por falta de confianza en las entidades nacionales y para evitar los vaivenes de la moneda local. Sólo en Venezuela, la filial de Stanford tenía depósitos de entre 2.300 y 3.000 millones de dólares, según las autoridades de Caracas, que la han nacionalizado.
Stanford estableció además un programa de fondos mutuos específicamente orientado a absorber el dinero de clientes ricos y canalizarlo hasta el banco en Antigua. Con el uso de datos inventados que hablaban de una rentabilidad de dos dígitos durante los últimos años, Stanford recibió inversiones por más de 1.200 millones de dólares en ese programa, según la SEC.
La mentira también permeaba la trama de Madoff, un ex presidente del mercado Nasdaq y filántropo de mil causas que encandiló a los adinerados judíos estadounidenses y otros miembros de la aristocracia económica mundial. Ellos parecen haber perdido buena parte de los 50.000 millones de dólares que en diciembre Madoff confesó haber estafado. Por incautos o por listillos, muchos ricos viven ahora una pesadilla al ver cómo se evaporan sus ahorros en fraudes multimillonarios y comprobar que ni siquiera sus cuentas suizas están seguras. Las apariencias son importantes en la vida de la jet set, pero si algo deben haber aprendido las personas con bolsillos profundos en los últimos meses, es que incluso una reputación de oro como la de Bernard Madoff y una fortuna principesca como la de Robert Allan Stanford no son garantía de honestidad. La segunda lección es que si alguien te habla de una inversión de alta rentabilidad y sin riesgo, lo más probable es que haya gato encerrado. Tanto Stanford como Madoff ofrecieron a los inversores un lugar a prueba de bombas donde poner su dinero con intereses por encima de los de sus competidores. Ambos hombres tienen ahora sus activos congelados y sus clientes se preguntan si alguna vez recuperarán los fondos.
De la lista de víctimas saltan a la palestra numerosos nombres famosos de Estados Unidos, como el director de cine Steven Spielberg, los actores Kevin Bacon y John Malkovitz, y el magnate inmobiliario Mort Zuckerman. El aristócrata francés Rene-Thierry Magon de la Villehuchet se suicidó tras perder su fortuna. Que estos presuntos fraudes ocurrieran durante años ha generado críticas contra la SEC por dormirse en los laureles.