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Descubre si eres un adicto al trabajo

La adicción al trabajo se considera un trastorno que afecta al 12 por ciento de las personas trabajadoras dedicando un elevado porcentaje más de doce horas al día a su profesión lo que conlleva consecuencias perjudiciales como un menor nivel de felicidad y una peor percepción de la propia salud. Para identificar el trastorno, científicos han llevado a término una investigación basándose en una versión reducida de la escala DUWAS, diez claves por las cuales podemos diagnosticar este mal y saber si somos o no un adicto al trabajo:
-Parece que estás en una carrera contrarreloj.
-Siempre ocupado.
-No disfrutas con lo que haces. (El estudio asegura que cuanto más rutinario y menos apetecible sea el trabajo, mayor será el riesgo de engancharse a él.)
-Como una voz interna que te dice... Parece que un impulso interno te lleva a trabajar más duro, es como un sentimiento de que es algo que tienes que hacer tanto si quieres como si no. (Los primeros síntomas pasan por rendir mal en el trabajo -al asumir demasiados retos-, la reducción del propio círculo social, el aumento de los conflictos con la pareja y hasta problemas de salud -gastrointestinales, cardiacos o de ansiedad-).
-Y qué pasa con los amigos, con la familia... Dedicas más tiempo a trabajar que a estar con los colegas, practicar hobbies o hacer actividades de placer.
-Estás obligado a ello (pero en verdad no lo estás).
-Multitareas... Realizas dos o tres cosas al mismo tiempo, como comer y tomar notas mientras además hablas por teléfono.
-El último en salir... Sigues trabajando, incluso después de que los compañeros ya lo han dejado.
-Sentimientos de culpabilidad... Te sientes culpable por tener un día libre en el trabajo. (Algunos de los detonantes del trastorno son el temor a perder el trabajo, la competitividad del mercado laboral o la necesidad de conseguir el éxito deseado.)
-No desconectas... Te resulta difícil relajarte cuando no estás trabajando.
La adicción al trabajo se entiende como un daño psicosocial caracterizado por dos dimensiones: el trabajo excesivo y el trabajo compulsivo. Los resultados de este estudio no solamente confirman las dos dimensiones de la adicción al trabajo, sino que relacionan los resultados con el bienestar psicosocial (la salud percibida y la felicidad), para contrastar las características negativas de la adicción al trabajo.
Sólo se es adicto al trabajo si además de trabajar excesivamente, se trabaja de forma compulsiva para calmar la ansiedad y los sentimientos de culpa que producen en la persona el hecho de no trabajar.
La validación de la nueva escala Duwas (Escala de Adicción al Trabajo Holandesa), se debe a las críticas recibidas por las dos herramientas de evaluación más utilizadas hasta la fecha, el WorkBAT (Batería de Adicción al Trabajo) y el WART (Test del Riesgo de Adicción al Trabajo), respecto a su validez y fiabilidad. Y es que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) afirma que el 8 por ciento de la población activa dedica más de doce horas al día a su profesión para huir de sus problemas personales.
Los expertos señalan que dedicar más de cincuenta horas a la semana al trabajo puede determinar la adicción. Los datos sobre la prevalencia mundial de la adicción al trabajo varían de unos estudios a otros y en función de los lugares también situándola en torno al 20 por ciento en países como Japón, por ejemplo, o en España, donde las cifras se sitúan entre el 11,3 y el 12 por ciento.
La adicción al trabajo se caracteriza por la extrema actividad y dedicación laboral (trabajan fuera de hora, fines de semana o vacaciones), la compulsión en el trabajo (incapacidad para delegar tareas), una implicación laboral desproporcionada (autovaloración centrada en el trabajo), y un deterioro de la vida cotidiana (comunicación interpersonal deficiente).
Entre los factores de riesgo que conducen a esta adicción figuran las presiones económicas, familiares y sociales; el temor a perder el trabajo; la competitividad del mercado laboral; la necesidad de conseguir el éxito deseado; el temor a los jefes prepotentes, exigentes y amenazantes; los elevados niveles de autoeficacia laboral y la carencia de afectos personales que se intentan suplir con el trabajo.