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29.4.10

La única oportunidad de los pobres es el capitalismo

Antes de la Revolución Industrial y el nacimiento del capitalismo, los más ricos lo eran siempre por herencia. Las clases sociales eran compartimentos estancos de los que no se podía salir aunque lo deseases y allí donde te tocaba en destino nacer, allí te quedabas. Así, el que nacía conde vivía como tal el resto de su existencia gracias a los privilegios legales que el Estado le otorgaba y ni siquiera los emprendedores (que nacían pobres) tenían muchas posibilidades de mejorar sus condiciones de vida aunque en ello pusieran el máximo de su empeño. Tan sólo a partir del siglo XVII en ciertas áreas de Europa como Holanda, el norte de Italia o Inglaterra, los desheredados empezaron a prosperar desafiando su aciago destino de cuna. Gracias al floreciente comercio internacional que dio lugar a las primeras sociedades anónimas que incentivaban el riesgo y la inversión, aparecieron las primeras fortunas plebeyas. El capitalismo y no otra cosa fue lo que emancipó a la humanidad de la servidumbre medieval. Los cimientos de aquella revolución fueron el esfuerzo, la voluntad de enriquecerse asumiendo riesgos y el ahorro. El mundo desde entonces es un lugar mucho mejor, más rico y más justo. Así, cualquiera de nosotros, incluso aquel pobre que nace en una chabola sin más recurso que la mera supervivencia, puede llegar a ser millonario. Y esto no es una simple teoría sino una gran realidad verificada por la Historia una y otra vez: y es que desde hace casi dos siglos las principales fortunas del planeta no son las de los aristócratas, sino las de emprendedores que empiezan con lo puesto y se van a la tumba con un patrimonio personal que valdría para vivir cómodamente centenares de vidas. Estas fortunas, además, cambian continuamente. El capitalismo, a diferencia del antiguo régimen o del nefasto socialismo que hoy destroza países hundiéndolos en la miseria más mísera y que subyuga a su dependiente población a cambio de limosna, premia el trabajo, el mérito y la empresarialidad. De las diez mayores fortunas del pasado año, por ejemplo, ocho se han conseguido desde la nada y las otras dos eran herencias que los herederos han acrecentado en lugar de dilapidarlas como sucede en muchas ocasiones.
Centrémonos en algunos casos interesantes... El dueño de IKEA se crió en una pequeña granja de la Suecia rural. Su primer empleo fue vender cerillas con su bicicleta. De esa actividad pasó a vender diversos productos como pescado, lápices o decoración para los árboles de Navidad. Con el dinero de un premio que le dio su padre por aprobar el curso fundó IKEA. A pesar de ser uno de los hombres más ricos del mundo es extremadamente austero, conduce un viejo Volvo, vuela en clase turista y utiliza los folios por las dos caras. Tal vez eso y su innata perspicacia hayan sido el secreto de su éxito.
El fundador de Microsoft es hijo de un abogado de clase media de Seattle. Hace treinta años, cuando le detuvieron por una infracción de tráfico, nada hacía pensar que se convertiría en el hombre más rico del mundo en sólo dos décadas gracias a su habilidad para transformar la informática personal mediante un sistema operativo, el Windows, compatible y fácil de utilizar. Tuvo una buena idea y supo llevarla a la práctica.
Los hermanos Karl y Theo Albrecht nacieron en Essen (en la cuenca germana del Ruhr) al terminar la I Guerra mundial. Su padre era minero y su madre poseía una pequeña tienda de alimentación. No fueron a la universidad y todo lo que tenían que saber para triunfar lo aprendieron en aquella tienda. Observaron que si bajaban un 3 por ciento los productos, éstos empezaban a venderse como rosquillas. Para rebajar aún más el precio decidieron no hacer nunca publicidad, no vender productos frescos y gestionar siempre supermercados pequeños. En 1961 abrieron su primer Aldi (Albrecht-Discount), un supermercado que vendía casi lo mismo que los demás pero bastante más barato. Para evitar discutir los hermanos se partieron el negocio. El sur de Alemania sería para Karl, el norte para Theo. A día de hoy, Aldi es una cadena de más de ocho mil supermercados repartidos por diecinueve países.
Warren Buffet, el inversor más envidiado del mundo nació en Nebraska (USA), muy lejos de todos los centros de decisión del mundo. Su primer trabajo fue ayudar a su padre en la tienda de ultramarinos que la familia tenía en Omaha. Después consiguió un puesto de repartidor de periódicos. Fue a estudiar al este y allí, a base de observar y estudiar cuidadosamente cómo funcionaba la Bolsa, se convirtió en el mejor inversor bursátil de la Historia.
Lawrence Ellison nunca conoció a su padre y no supo quién era su madre hasta los cuarenta y ocho años de edad. Fue criado en un barrio judío de clase media en el sur de Chicago. Empezó a estudiar en la universidad, pero lo dejó en segundo curso. A los veinte años se mudó a California con lo puesto. En 1977 tuvo la idea de fundar una compañía de software dedicada a las bases de datos, la llamó Oracle. Hoy es uno de los millonarios más excéntricos. Tiene un yate del tamaño de un transatlántico y vive en una mansión de estilo japonés a prueba de terremotos.
Si echamos mano de los datos, es fácil comprobar, pues, que casi todos los multimillonarios del pasado y del presente labraron su fortuna desde la nada pero con mérito y esfuerzo... Andrew Carnegie era un simple emigrante escocés que trabajaba de mensajero, pero terminó siendo un gran magnate del acero. Cornelius Vanderbilt dejó la escuela a los once años para trabajar en un ferry del puerto de Nueva York (USA). A los cincuenta ya era propietario de un imperio marítimo y ferroviario. Henry Ford, que inventó la industria del automóvil, nació en mitad del campo, en una humilde granja del estado de Michigan. Rockefeller era hijo de un viajante de comercio y acabó convirtiéndose en el hombre más rico de la Historia, en el santo y seña del capitalismo. Dos siglos antes, con todo su talento y su capacidad de trabajo, Rockefeller no hubiera pasado de tendero en un mercado de mala muerte. Onassis emigró a Argentina con una mano delante y otra detrás. Al morir poseía un imperio y se había casado con Jacqueline, la viuda de J.F. Kennedy.
Si te lo propones, con tesón, esfuerzo y ganas, ¡tú puedes ser el siguiente! de ese ochenta por ciento de milmillonarios de origen humilde que hoy viven a cuerpo de rey gracias a su voluntad y su mérito. La otra opción es comenzar por no estudiar cuando eres joven y después continuar subsistiendo con la calderilla -en forma de promesas, principalmente- que te dé el iluminado gobernante de turno a cambio de tu vasallaje y servidumbre, sobre todo en época de elecciones.